sábado, 16 de julio de 2011

En Busca de un Kuchen

En un día lluvioso como hoy, junto a la chimenea, me vino a la memoria mi último viaje al sur de Chile. Fue hace unas semanas, a Puerto Varas. El tiempo estaba maravilloso. Alojamos en el Hotel Cumbres Patagónicas. Muy bien ubicado y agradable, las piezas bien puestas y la atención estupenda.
Siempre que voy a un lugar trato de rescatar lo que me parece más propio de él. Y estar ahí me hizo pensar en la repostería alemana. Inmediatamente imaginé un kuchen de frambuesas o de nuez. Apenas se presentó la oportunidad fuimos a un Café, el Café Danés. Pedí el anhelado kuchen de frambuesa cuya imagen tenía no solo en mi mente sino también en mi paladar. Apenas llegó a la mesa me di cuenta que no cuadraba para nada lo que veía con lo que yo imaginaba. La masa distaba mucho de ser delgada y con esa consistencia que se desmiga sola y deliciosa. Era un simple bizcochuelo, o más bien queque, cubierto de frambuesas y crema. Qué frustración! Mi amiga pidió un kuchen de nuez, que al menos el relleno salvaba; era bien bueno.
Comentamos con lugareños nuestra experiencia, y nos dijeron que así eran los kuchen en Puerto Varas. Si queríamos lo que buscábamos, nos dijeron, tendríamos que ir a Frutillar. Y.... para allá partimos al día siguiente, a tomar té con nuestros maridos. Siendo pleno invierno, había pocos lugares abiertos y no íbamos con datos, sólo nuestro olfato. Vimos dos lugares que se veían simpáticos, pero nada especial. Yo me tenté con una casa "bien alemana" en la Costanera, con un letrero anunciando "Onces Alemanas". Después de saludar a un perro labrador atravesado en el felpudo de la entrada, entramos acompañados del ruido de una campanilla que anunciaba nuestra llegada. No había nadie. Unas mesas de madera con pulcros individuales celeste con blanco, repisas con frascos de galletas artesanales y unas bandejas con masa de hoja a la espera de ser transformadas en torta. ME TINCO!! Apareció una mujer a recibirnos y convencí a nuestros amigos que nos quedáramos. No había kuchen, pero comí el mejor strudel de manzana que he comido en mi vida. Probé la deliciosa torta de milhojas con crema, manjar y frambuesas que pidió mi marido, y las decoradas y exquisitas galletas que pidieron nuestros amigos. Eso junto a un café con leche bien caliente para ese día de lluvia fue sencillamente lo máximo.
Antes de irnos nos mostraron las piezas. ¡impecables y preciosas! El lugar se llama Bauernhaus, y no me pude ir sin antes adquirir un ejemplar de "150 Años de la Repostería Alemana en Chile", que tiene unas recetas buenísimas que estoy empezando a probar, con el único terror de convertir a mi familia en una bandeja de bollos.